Chimeneas
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A veces en mi despacho sólo leo. Me gusta leer rodeado de libros. Ahora lo
hago mientras llega el momento de cambiarme para ir a mi bendita clase de
yoga...
Hace 1 semana
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8 comentarios:
Buenas tardes a los habitantes de bloguilandia.
Mi hada madrina es carne y hueso, amanece cada mañana a mi lado. Ya iremos contando...
Besos a repartir.
Perdón: no es "carne y hueso" (esos serán hadas madrinas de un puchero), sino "DE carne y hueso".
Nuestros Ángeles de la Guarda son aquellos seres queridos que durmieron para despertar a la verdadera vida junto a Dios. En el Cielo cuidan de todos nosotros. Los pequeños ángeles que cerraron sus ojos para siempre cuando a penas habían tenido la oportunidad de saborear las cosas buenas de la vida. Yo siento cada día el aliento de mi hermanito que cerró sus pequeños ojitos minutos antes de ver la luz de este Mundo. De pequeño escuchaba el llanto desconsolado de un niño, con el paso de los años tengo la certeza de que ese niño es mi Ángel de la Guarda y que no se cansará de esperarme hasta el día que Dios me llame y ya por fin pueda besar su anhelada carita.
Saludos Juanma.
Ciertamente, prefiero hada madrina a ángel de la guarda. Y conmigo está teniendo trabajo porque todavía me pregunto como estoy en este mundo. Espero que la factura no me la hagan pagar al final....
Saludos
Antonio
Yo más que hada madrina, prefiero un hado madrino, jajaja...
Saludos a todos
Elena
Buenas tardes desde la sierra del Guadarrama, en Madrid.
He vivido sucesos en primera persona que no tienen explicación si no es con la intervención divina, divina o fuera de nuestro conocimiento, como cada uno quiera definirlo. Sucesos tales como una caída de cinco metros de altura en la que sólo sufrí un rasguño y una pérdida de conciencia de una hora. Estuve varios meses en una situación mental confusa que no era amnesia, pero se le parecía bastante. La persona que me recogió del suelo, la única que se atrevió a hacerlo porque todos, llevados por el pánico y mi aspecto físico (una niña de apenas ocho años, nívea e inmóvil que había caído desde el quinto piso frente a sus narices, sin un solo parapeto que atenuara su descenso), no se atrevían a mover lo que llamaban: una muerta. Incluso más de uno corrió la voz de que había muerto. El eco de la funesta noticia le llegó a mi madre que salió desesperada hasta la entonces llamada Casa de Socorro. El hombre que me recogió fue quién me llevó al ambulatorio. Dejó su moto en la calle, me tomó en brazos y caminó decidido. Días después murió de un infarto. Su hija me recordó muchas veces lo que había sucedido. Decía: “es como si mi padre hubiese dado la vida por ti”. Tal vez, él era mi ángel de la guarda, mi hado madrino. No lo sé, lo único siempre he tenido claro es que era buena gente y que gracias a esas personas muchos estamos aquí. Muchos nos sentimos afortunados de que en ése o en otros instantes de la vida estén o estuvieran en nuestro camino. Son los hados de carne y hueso. Los inmateriales, los de que no se ven y se sienten, haberlos, hailos. Pero, para mí, por el momento, son más apasionantes los de esta dimensión. A ellos puedo darles las gracias siempre que quiera y algún que otro achuchón. Y eso…: mola.
Antonia J Corrales
Hola Juanma, corazón. Aquí estoy como una vela, clavadita esta tarde frente al ordenador
Un besazo para Lola y el peque
Antonia J Corrales
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